El colibrí despliega por primera vez ante el ornitólogo la danza que durante tantos días preparó. El hombre, fascinado, filma el fenómeno. El león entra súbitamente en escena y derriba al observador. Rápidamente, lo mata y comienza a devorarlo. El colibrí cobra su parte del trabajo: devora con fruición el iris de los ojos del ornitólogo, consume su ración de colores.