Todos los días, arrojaba una botella al mar, siempre con un deseo distinto: una vez era un lomo, otra una docena de empanadas, otra una milanesa con papas fritas…
Y un día el deseo se le cumplió: en una canoa, un delivery le trajo su vianda. O lo necesario para su vianda. El canoero era un gordo tierno, de carne muy sabrosa.
Como siempre todo lo tuyo es excelente.
ResponderEliminar:-D
EliminarMuchas gracias, Rodolfo, por pasar, leer y comentar!
Va un abrazo grande
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