Mi madre fuma, yo lo sé. Yo fumo, ella lo sabe. Ninguna de las dos lo hace delante de la otra. Esas reglas absurdas y nunca explicitadas que hay en cada familia. Ella sabe dónde escondo mis cigarrillos y me roba alguno si se olvidó de comprar. También yo conozco sus lugares y le saco si necesito.
Cuando empezó el aislamiento por la pandemia, fuimos al supermercado juntas y nos aprovisionamos de comida y artículos de limpieza. También compramos puchos en cantidad. Cada una por su parte, sin decirnos.
Hace una semana que hay escasez de cigarrillos en los kioscos. Nuestras reservas no son muy grandes. Nadie lo dice, pero ambas evitamos salir por miedo al saqueo que se produciría irremediablemente. Mi madre lleva un cuchillo bajo la ropa, yo lo sé. Yo llevo el mío, ella lo sabe.